Los austriacos que no volvieron

KarlsplatzEn la Historia de España y en la de Austria hay dos heridas gemelas que deben servirnos para aprender a no repetir los mismos errores.

25 de Abril.- En estos días ha aparecido un informe de dos folios en donde uno de los funcionarios franquistas que participaron en él cuenta la ejecución de García Lorca. El franquismo, durante y después de la guerra, se concentró en erradicar con saña lo que había sido la floreciente intelectualidad de los años de la segunda república (la que ha pasado a la historia como ”“la edad de plata). Desde 1940 hasta, por lo menos, 1960, España fue un país aislado, provinciano, en donde el desarrollo de cualquier actividad intelectual que no siguiera los dictados del Régimen y de la moral nacionalcatólica era una labor que solo se podía llevar a término con grandes dosis de heroismo, a veces rallano en el suicidio.

En el exterior, los exiliados se vieron obligados a mantener encendida la llama de lo que había sido un prodigio de creatividad, de audacia, de belleza. Fueron muchos, demasiados (en realidad, una pérdida irreparable para nuestro acervo común) los que quedaron muertos en suelos que no eran los que les habían visto nacer y no pudieron hacerle a sus compatriotas el servicio de alimentar su espíritu y, con ello, de hacerles la vida más llevadera.

La diáspora austriaca

Por razones algo diferentes, en la Historia de Austria también hay una herida parecida. En los cinco años que van desde 1933 hasta 1938 o, lo que es lo mismo, desde la llegada al poder del Austrofascismo hasta la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi (referendum falseado incluido) tuvieron que salir del país entre 130.000 y 150.000 personas. Como el fascismo es, sobre todo, una lucha contra lo más hermoso que hay en el hombre, la inteligencia, muchas de estas personas que tuvieron que abandonar Austria tuvieron que hacerlo, aparte de por ser devotos de la religión hebrea, por ejercer tareas docentes o artísticas.

Algunos, como Stefan Zweig, sin duda uno de los escritores austriacos más relevantes del siglo XX no vieron el final del nazismo y, por ello, no regresaron jamás pero muchos de los exiliados austriacos sí que vivían en 1945 y, por una serie de razones, eligieron permanecer fuera de Austria y nunca más volvieron a pisar su tierra de origen. Se calcula que de los que tuvieron que emprender el camino del exilio solo regresaron después de la guerra unos 8000. Entre ellos, indivíduos que serían grandes personalidades de la Austria de posguerra reducida, de todas maneras, al provincianismo cultural. Entre los que volvieron, se encuentran Bruno Kreisky, Karl Farkas y Hugo Wiener (marido, por cierto, de la “estupendérrima” Cissy Kraner).

No volvieron nunca sin embargo (por lo menos para quedarse) grandes hombres como Karl Popper (el cual, sin embargo, influyó decisivamente sobre la Austria de posguerra) o todos los filósofos que aún vivían del Círculo de Viena.

Muchas fueron las razones: en primer lugar, el gobierno de la Austria de posguerra tenía otros problemas más acuciantes (o eso pensaban ellos) que la recaptación del talento que se había ido. En muchos casos, los aliados tampoco tuvieron más remedio que recomponer los cuadros directivos del Estado austriaco con exnazis que consiguieron disimular más o menos sus antecedentes (parte nutrieron las filas de la socialdemocracia y parte las del partido popular, solo el núcleo de los más irredentos se quedó en el FPÖ, reducido a una fuerza marginalísima hasta los años noventa del siglo pasado). Siendo así, los intelectuales que habían ido al extranjero, estaban, a ojos de estos nazis, “marcados” y, desde las universidades, se impidió su vuelta en lo posible.

Tampoco hay que descartar que muchos de los exiliados asociaban a Austria con el reinado del terror nazi y tenían miedo, o bien no podían perdonarle a sus compatriotas su actitud, que juzgaban complaciente, con los de la cruz gamada.

Y así fue como, igual que sucedió con los exiliados españoles, los exiliados austriacos enriquecieron otras tierras distintas de la suya. Su historia debe enseñarnos, porque esa es la misión de la Historia, a no repetir el inmenso desperdicio de talento y de vidas que supuso la guerra que, hoy hace setenta años, terminó.


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Comentarios

Una respuesta a «Los austriacos que no volvieron»

  1. Avatar de Jose Damian

    Que desperdicio, las guerras y los fascismos. Son pasos atrás que da un país entero. El Karl Popper ése está en todos los libros de ciencia hasta en la sopa, hay que ser lelo para forzar a gente así a que se vaya de tu país.

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