Anatomía comparada

He rescatado de youtube esta rareza arqueológica que resume de manera concisa y no exenta de humor lo que sucedió aquel lunes

3 de Mayo.- Gracias a los amigos de Castillo de la Sal, estoy leyendo un libro al que tenía muchas ganas de hincarle el diente. Se trata de “Anatomía de un instante” de Javier Cercas. Lo empecé ayer y llevo casi un tercio. Como ya sabrán mis lectores, cuenta los antecedentes, desarrollo y consecuencias del intento de golpe de estado del 23 de Febrero de 1981.


Si para algo sirve la historia (o debería servir) es para arrojar otra luz sobre los acontecimientos del presente. La mirada de Cercas es desmitificadora y se aprecia en el tono general del libro un intento muy refrescante de huir de los inciensos que escoltan siempre a la historia de la transición. Leyendo Anatomía de un Instante es inevitable que le vengan a uno a la cabeza los paralelismos entre aquella España y la de 2010; pero también resaltan muchísimo las diferencias. Unas diferencias que se podrían resumir en una idea interesantísima que Cercas, con gran perspicacia, deja caer al acopiar los antecedentes del golpe.


Durante los últimos tiempos, y siguiendo un curso tan inexorable como el de esos bólidos uniformemente acelerados que nos ponían en los enunciados de los problemas de física del bachillerato, los opinadores profesionales han dado en desprestigiar la transición por diferentes razones.


Principalmente desde el sector más destripaterrones de Público (o sea, casi todo), y desde el sector más ultramontano de ABC y de La Razón (o sea, casi todo); amén de sus ramificaciones guerrilleras en internet. Se argumenta que el pacto que hizo posible la constitución y la monarquía parlamentaria actual se debió a que los representantes del franquismo y del antifranquismo decidieron ejercer un interesado (o clemente, va en gustos) olvido de los acontecimientos de la guerra civil y previos; y que las fuerzas “progresistas” agacharon la cabeza al ver las pistolas e hicieron de tripas corazón, renunciaron a su justo deseo de poner las cosas en su sitio (qué remedio, dicen, les quedaba) aceptando las “parcelas de libertad” insuficientes que les quisieron ofrecer y renunciando al “Que se haga justicia y se hunda el mundo”.


Sostienen ambas partes, en resumen, que la transición se hizo sobre el olvido, forzado, chantajístico, mafioso, oportunista, resignado o todo a la vez. Tesis que, ufano, también abrazó el actual presidente del Gobierno, Sr. D. Jose Luis Rodriguez Zapatero, al principio de su primera legislatura. El premier español abrió entonces un melón que sus predecesores habían decidido mantener cerrado (cobarde o prudentemente, según quien juzgue su actuación). El Sr. Rodríguez empeñó todo su prestigio de paladín de las libertades, de vencedor del aznarismo paleto y cerril (que lo fue: paleto y cerril, y no se sabe que es peor) en propulsar al Parlamento la Ley de la Memoria Histórica. El propósito declarado de la ley era dar cristiana (o judía, o atea, o cada cual su creencia) sepultura a los restos de los miles de españoles que yacen con el polvo de las cunetas como único sudario. Y así, muy justamente, darle la paz a sus familias.  Santo propósito, quién lo duda. Sin embargo, el propósito oculto era, creo yo, neutralizar por una buena temporada a la oposición.


Porque el presidente sabía que, en un PP que aún andaba desencajado por el guantazo que supuso que medio país le llamara mentiroso a la cara y el otro medio dudase mucho de su integridad, mentar la bicha de la memoria histórica, y con ella la bicha del franquismo, supondría un retroceso instantáneo a unas posiciones en las que sólo podían estar aún gente de dicción tan conflictiva como Manuel Fraga Iribarne. Es un tic de la derecha española. No hace falta ser un lince.


Cercas (y aquí le recojo) sostiene sin embargo que la transición, si fue posible, fue por todo lo contrario. No por un pacto de olvido, sino por un pacto de recuerdo. Los (no tan santos) padres de la Constitución habían vivido en su mayoría la guerra civil y, si no, habían sufrido las consecuencias de la durísima posguerra. Durante el franquismo, y gracias en gran parte a la tolerancia que los yanquis habían prodigado sobre el dictador (tolerancia que se sustentaba en la estratégica posición española en un mundo aún dividido en bloques) la nación, y con ella sus dirigentes habían alcanzado un bienestar burgués que a nadie le apetecía romper.


Desgraciadamente, el pacto alcanzado entonces de no lanzarse muertos añejos a la cara se ha quebrado. Y nadie sabe cuán lejos nos llevará nuestra tradicional ineptitud en este aspecto. Da miedo pensarlo.

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2 respuestas a «Anatomía comparada»

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