Viena tiene un nuevo museo y yo una cámara que casi lo es

Vestíbulo y espacio de exposiciones
El nuevo espacio expositivo del Belvedere (Archivo VD)

 

20 de Noviembre.- Ayer sábado, me pasé por la tienda de artículos de segunda mano en la que compro la mayoría de mis DVDs y Blue Rays (precios ventajosos: los primeros me suelen salir a cinco euros y los segundos a poco menos de diez). Pues bien: en un expositor, había una cámara reflex, Nikon. La vi al pasar y me dije: “Paco, mira qué bonita”. Miré el precio y me pareció una ganga (no llegaba a los doscientos euros) pero, como estamos en crisis, la verdad es que me costó decidirme a comprarla.

Eran las tres menos veinte. Los sábados, la tienda cierra a las cuatro. Así pues, me dije: “Paco, vete al gimnasio, corre lo que tengas que correr, levanta los pesos que tengas que levantar y, si cuando hayas terminado, la tienda está abierta y la cámara sigue ahí, pides verla y, si está en buen estado –que, con estas cosas, nunca se sabe- pues te la compras”.

Dicho y hecho. Durante la hora siguiente, corriendo en la cinta, reduje el precio de la cámara a horas de clase de español –clases que doy, aparte de porque me lo paso muy bien, para poder pagarme carpichos como este sin tener que tocar mi sueldo normal- y concluí que, sin salirme mucho de mi presupuesto, la cosa era factible.

(Cuento todo esto no para hacerme el pobre, sino para que mis lectores vean que aquí tampoco atamos a los perros con longanizas).

Sigo.

A las cuatro menos cinco, con el pelo mojado de la ducha, entraba yo por la puerta de la tienda.

Cerramos en cinco minutos– me dijo el dependiente.

Ya lo sé, pero lo que quiero se hace muy rapidito. Ich möchte gerne ver la cámara que tienen ustedes en el expositor.

Con la unción de quien saca un objeto precioso de una urna de museo, el dependiente abrió la vitrina y me tendió el aparato. Yo lo encendí, evalué la facilidad de manejo, el estado de limpieza del sensor, el peso del objeto y dije:

Me conviene. Me la llevo.

Hace usted muy buena compra, porque, por el mismo precio, le regalamos un objetivo fijo de 35 mm.

“Pues mira qué bien”, pensé yo. Y más feliz que una perdiz, me fui a mi vivienda con la cámara en una bolsa.

¿Y qué mejor momento para probar mi nueva adquisición que visitar la nueva Casa del Arte del Siglo XX, que tenía hoy su jornada de puertas abiertas?

Pertrechado con Nikoncita, me he ido a fotografiar el nuevo espacio, que depende del Belvedere. Y, en este caso, lo del nuevo espacio es literal. Porque he fotografiado principalmente el edificio (que fue diseñado para ser efímero: fue el pabellón de Austria en la exposición universal de Bruselas 1958, la del Atomium) porque pocas obras de arte he podido fotografiar. Primero, porque –cosa poco común en los museos austriacos- no dejaban; y despues porque la verdad, es que había poco que fotografiar. Las esculturas de Wotruba de la planta baja. Por lo demás, el edificio es un solar.

Algo decepcionado, me he acercado por la sala de conciertos Arena (que aún no había visto) y me he consolado fotografiando ese templo del Grafitti (aquello parecía una embajada de Berlín en la capital del vals).

Aquí y aquí, pueden ver mis lectores las fotos que he hecho.


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