El flautista de Korneuburg

Hinchas del Bayern de Munich
Niños alemanes (A.V.D.)

 

3 de Enero.- Los hermanos Grimm, Wilhelm y Jacob, fueron infatigables recopiladores de leyendas y cuentos alemanes, así como incansables filólogos. Son autores, por ejemplo, de un diccionario y una gramática de la lengua alemana. Por separado, Jakob Grimm, en el año 1822 formuló la llamada ley de Grimm o Primera Mutación Consonántica del Germánico. A quien le interese el tema, puede consultar la wikipedia aquí.

El esfuerzo de los Grimm se encuadra dentro del sarampión nacionalista que sacudió a los alemanes durante el periodo Biedermaier (que terminó en 1848) y que, tras la quiebra definitiva del antiguo régimen, llevaría, por ejemplo, a la unificación dle país bajo la monarquía de los Hohenzollern.

Una de las leyendas que los Grimm desenterraron de oscuros libracos fue la de El Flautista de Hamelín (en alemán, este cuento se llama El Cazarratas de Hamelin –Der Rattenfänger von Hameln-).

Le refresco la memoria a los más olvidadizos: Hace mucho, mucho tiempo, la ciudad alemana de Hamelín se vio invadida por una plaga de ratas. Los asquerosos roedores se pasaban el día mordisqueando a los pobres Hamelinenses, les robaban la comida y hacían temer que la peste llegara a la tranquila localidad de la baja Sajonia.

Pero hete aquí que, un día, apareció en el pueblo un hombre vestido de brillantes colores y sin más equipaje visible que una flauta. Se fue a ver al alcalde de Hamelín (el cual, sin duda, tenía las elecciones cerca y estaba desesperado) y le ofreció librar a la ciudad de la plaga de roedores a cambio de una suma de dinero descomunal. El alcalde dudó pero, convencido de que el desconocido de la flauta se estaba tirando el pisto y , por lo tanto, no conseguiría acabar con la plaga, le dio permiso para actuar y le prometió el sueldo que pedía.

El flautista, ufano, bajó a la plaza del pueblo de Hamelín y empezó a tocar. Los roedores, encantados, se congregaron junto a él y nuestro músico, una vez se aseguró de que no quedaba ni una rata sin hipnotizar, se dirigió al río en el cual se sumergió. Las ratas le siguieron y murieron ahogadas incapaces de sustraerse al embrujo de la música.

El misterioso personaje pasó por el ayuntamiento a cobrar su sueldo y entonces el alcalde de Hamelín, que sostenía ante sus votantes que el sector público debía aplicar recortes para que Hamelín no perdiera su calificación frente a las agencias de rating, se negó a soltar la pasta.

El flautista, elegantemente, no se rebajó a insistir.

Altivo, en silencio, bajó a la plaza del pueblo otra vez y empezó a tocar una melodía más seductora aún que la anterior. Esta vez, en vez de las ratas, le rodearon todos los niños de Hamelín, hipnotizados por una música que hacía palidecer las más bellas melodías. Horrorizados, los hamelinenses y las hamelinenses se acordaron de las agencias de calificación, de la prima de riesgo y de los recortes sociales de su alcalde, intentaron detener a sus hijos, pero ellos no escucharon sus ruegos y siguieron al flautista como si se tratara de Austin Bieber. El flautista los llevó a una cueva y, cuando el último niño entró en ella, la tierra se cerró tras él y los desesperados padres no pudieron recuperar a sus hijos.

A pesar de que los Grimm datan los sucesos originales de su leyenda de manera muy exacta (Imaginad: Hamelín, 1284, y así), lo cierto es que no se sabe qué hechos históricos sirvieron de base a la leyenda del flautista, ni siquiera si la historia sucedió en Hamelín.

Los austriacos, por ejemplo, dicen que las ratas se ahogaron en el Danubio y juran por sus muertos más frescos que los habitantes de Hamelín son unos mentirosos y que el flautista embaucó a los niños de Korneuburg, localidad que se encuentra a tiro de piedra de Viena. De hecho, en la bonita plaza mayor de Korneuburg puede verse una estatua del raticida más eficaz de todos los tiempos (aunque nada dice la historia de lo que pensaron los habitantes de los pueblos del curso del Danubio al ver su cauce lleno de cadáveres hinchados de ratas asquerosas).

Los especialistas sostienen que el cuento del flautista en realidad es un encadenamiento de símbolos. Las ratas son el hambre y los niños de Hamelin en realidad eran colonos que fueron reclutados por algún misterioso personaje que “los embaucó” para que se fueran al este, en el marco de la expansión del siglo XIII. En apoyo de esta teoría, que parece muy sensata, está que la palabra “Kinder” en alemán, no sólo significa “niños” sino también “hijos”. Los abducidos por el flautista serían pues no las criaturas sino, en general, los “hijos” del pueblo.

Comentarios

2 respuestas a «El flautista de Korneuburg»

  1. Avatar de ordago13

    No me sabía esta historia de los grimm, conocía como no el cuento pero poco más. Tienes un gran blog sigue con el¡¡¡

  2. […] que se encuentra a pocos kilómetros de Viena (mis lectores más atentos la conocerán por ser la patria del flautista del cuento). A Korneuburg, se puede llegar en tren con mucha […]

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