Aspern: el aeropuerto más moderno del mundo

El cielo sobre Berlín
Pista del antiguo aeropuerto berlinés de Tempelhof (A.V.D.)

7 de Mayo.- A pesar de lo cutre de sus pretensiones, hay que reconocer que, cada cierto tiempo, los del Jeute (periódico gratuito viení) tienen mucho arte titulando. Hoy, llevaba el gratuito en su primera la derrota de Sarkozy y, con mucha chunga, adjuntaban la siguiente colletilla: “Ahora tendrá más tiempo para Carla”. Aunque claro, a lo mejor, Monsieur le (ex)President también tiene tiempo de pronto para darse cuenta de lo que el fontanero de El Elíseo le ha hecho en los morretes y en los pómulos a su santa mientras él estaba salvando Europa (o cargándosela, va en gustos) en compañía de la Frau Bundeskanzlerin, Angela Merkel.

En fin: el sitio del que vamos a hablar hoy lo mismo le suena a mis lectores por otro aciago día para un francés: en Aspern, a las afueras de Viena, durante los días 21 y 22 de Junio de 1809, una coalición de fuerzas bajo la bandera de la Santa Tradición le dieron p´al pelo a Napoleón Bonaparte, inaugurando  así el curso descendente de la estrella de aquel hombre bajito que había conseguido ponerle las gónadas de corbata a las decadentes familias reales europeas (por ejemplo, a la esperpéntica nuestra).

En recuerdo de ese par de días, hay en Aspern una estatua de un león de piedra, triste él, que recuerda a los pobres a los que ambos ejércitos mandaron a jugar a los naipes con San Pedro.

Lo que poca gente sabe, sin embargo, es que, apenas un sigo más tarde después de esta carnicería, en 1912, se inauguró en Aspern el bisabuelo del actual aeropuerto de Schwechat. En el momento de su inauguración, el aeropuerto de Aspern era el más moderno y mejor equipado del mundo. Tecnología punta austro-húngara en estado puro. Para que mis lectores se hagan una idea, en fecha tan temprana como en 1914, en el curso de una demostración aérea, el militar retirado Heinrich Bier batió el record de altura de un vuelo alcanzando, con un frágil chisme hecho de madera y tela la estratosférica altura (para entonces) de 5440 metros.

Con el asesinato del archiduque Francisco Fernando –principio, recordémoslo, de la primera guerra mundial- el aeródromo de Aspern fue destinado sólo a propósitos militares . No volvería a estar disponible para vuelos comerciales hasta la década de los años veinte del siglo pasado, cosa que se hizo cumpliendo los llamados Acuerdos de Saint-Germain.

Pero los tiempos estaban revueltos (suponemos que, como dice la serie española, esto tuvo la ventaja de que la gente se infló a amar, pero bueno) los tiempos estaban revueltos, decía, y en 1934 estalló en Austria una breve guerra civil. Del aérodromo de Aspern salió el famoso piloto austrohúngaro Godwin Brumovski, el cual, al mando de la única unidad aérea del ejército de la joven y convulsa república austriaca bombardeó el Goethe Hof, una vivienda de trabajadores en la que se había hecho fuerte un grupo de revoltosos. Curiosamente, el bueno de Godwin, después de haber sobrevivido a tantas escaramuzas aéreas, murió de la manera más tonta, también en un avión, pero de pasajero, cuando el aparato en el que viajaba se estrelló en el aeropuerto de Schipol en Amsterdam.

Con la invasión nazi en 1938, y como no podía ser de otra manera, el aeródromo de Aspern pasó a ser una base de la Luftwaffe, siendo bombardeado consecuentemente por los aliados que lo dejaron hecho unos zorros. Lo que no pudieron destruir, se lo llevó la población de Aspern, y lo poco que quedó aún fue arrasado por el Ejército Rojo, que ya se sabe que no se andaba con chiquitas.

Las pistas, claro, no pudieron llevárselas y, a partir de 1956 fueron utilizadas hasta 1977 como circuito para carreras de coche. El famoso Jochen Rindt, por ejemplo, corrió en Aspern. En los ochenta, General Motors utilizó parte de los (entretanto valiosísimos) terrenos para construir una fábrica y a principios de la primera década de este siglo se inició la demolición de los últimos vestigios del aeródromo. De las gestas aéreas de Aspern sólo queda hoy un monumento (feillo, por cierto) que recuerda que, en Austria, una vez, estuvo lo más puntero de la tecnología aeronáutica.

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