La hija de su padre

Grafiti romanoNo siempre de un buen palo sale una astilla de calidad. Cuando Armin Wolf la cogió en un error de principianta, todos supimos que no le valdría de nada llamarse como se llama. Su suerte estaba echada.

10 de Abril.- La práctica de numerar las secuelas de las películas es relativamente moderna, y data de los setenta del siglo pasado, ese momento en el que una nueva generación de cineastas (Spielberg, Lucas, Coppola) tomaron un Hollywood que no sabía qué hacer consigo mismo y lo acercaron a un público más joven.

Antes, cuando se quería hacer una secuela –sobre todo si se trataba de personajes conocidos de fuerte tirón- y no se disponía del actor que había empezado la saga, se seguía el ejemplo de los folletinistas del siglo XIX, se hablaba de “el hijo” o “la hija” del personaje que fuera y andando.

Así, muchos superhéroes de antaño tuvieron hijos que les heredaron “las fazañas”. Por ejemplo, Tarzán o Dartagnan, pasando por Espartaco, Maciste, el Zorro o cualquier otro luchador denodado contra el mal.

No siempre de un buen palo sale una astilla de calidad

En el cine, se asumía tranquilamente que de tal palo tal astilla, se reducía el caché al contratar a un actor más joven o de una liga más modesta –aunque, en el caso de Tarzán, el americano de ascendencia austriaca Johny Weissmuller tenía la expresividad de un armario ropero- y, en fin, se prolongaba un poquito la fábrica de hacer millones.

Desafortunadamente, la realidad no suele ser como las películas, y lo más ordinario es que de padres sobresalientes salgan hijos que alcancen cotas mediocres de éxito en la vida. No siempre por culpa de los hijos, claro. Porque, si bien es cierto que no todas las familias son los Strauss, los Trueba o los Flores, también es verdad que el éxito es una cosa que no depende solamente de la valía o del arrojo del héroe de la historia, sino que también es una chispa que salta debido a un cúmulo de circunstancias que, en casi todos los casos, son imprevisibles.

Sobre el papel, la idea de traer a la política a Ulrike Haider-Quercia, hija de Jörg Haider, y ponerla como cabeza de lista para las próximas elecciones europeas, parecía una jugada maestra de marketing destinada a salvar un partido, el BZÖ, reducido a la insignificancia política desde que, en las últimas elecciones, los votantes decidieron que su carrera parlamentaria había terminado.

Una jugada con morbo

El tema tenía su morbo,sobre todo por lo que la jugada podía tener de vindicativo de la memoria del padre muerto (desde el punto de vista de cierta gente). Y es que al progenitor no le faltaba un perejil si nos ponemos a hacer recuento de aspectos turbios. Escándalos financieros, mangoneo político, la sospecha de una sexualidad poco ortodoxa (curiosamente, por cierto, este controvertido aspecto de la personalidad de Jörg Haider ha sido acallado) y luego la hija, saltando a la palestra para defender el honor de la familia.

Haider-Quercia contaba, a priori, con muchas de las cualidades que habían encumbrado a su padre en el pasado. Es mona y fotogénica (su padre también ejerció de yerno atlético e ideal de todas las suegras de raza aria, lo mismo que hoy hace o intenta hacer Strache) y, sobre todo, tiene un nombre que, en ciertos ambientes y dado el culto a la personalidad (pre y post mortem) al que la figura de Haider fue sometida, invita a la solidaridad.

Lamentablemente, a Ulrike Haider-Quercia le faltan otras cualidades que hicieron de su padre lo que fue, a saber: morro, desparpajo, una pérdida de sentido de la realidad que ciertamente rallaba en lo psicopático y, sobre todo, cerebro (esto no es un comentario machista, porque, desde estas páginas, yo he llamado tontos a muchos hombres).

Cero en la escala de Wolf

Ahora mismo, el BZÖ es una especie de Frente Popular de Liberación de Judea y, como primera medida para intentar salir un poco de la caverna, mandaron a Ulrike Haider-Quercia, una muchacha sin experiencia en esas lides, a torear el equivalente de un Mihura de 650 Kilos: Armin Wolf: el presentador de las noticias de las diez en la ORF y, al mismo tiempo, Jefe de Informativos de esa Santa Casa.

La muchacha le duró a Wolf dos asaltos y medio (aquí, la transcripción de la entrevista). Lo único que tuvo que hacer fue enseñarle dos entrevistas en las que Haider-Quercia, pardilla al fin y al cabo, decía una cosa y la contraria .

En el momento en que Haider-Quercia se puso a intentar la cuadratura del círculo –o sea, a intentar conciliar las dos posiciones contrapuestas- y, cuando se vio pillada, acusó al presentador, que tenía las fotocopias delante y las enseñó a cámara, de “citarla” mal, todos supimos que Strache no tenía nada que temer y tuvimos la tentación de decirle:

“Nena, es un error de principianta intentar demostrarle un presentador que, como Wolf, sale con los deberes hechos, que se ha equivocado; amor: el profe no te tiene manía. Tú te pensabas que con llamarte como te llamas ya valía y no: si quieres alcanzar la fama, hay que pagar: con sudor”.

Hoy, Haider-Quercia ha anunciado que se retira alegando confusos motivos familiares y puñaladas por la espalda de sus correligionarios; el Team Stronach tampoco se enfrentará al electorado esta vez –y, por lo que parece, “más nunca”, que diría Rocío Jurado, la pobre- y Hans Peter Martin, otro liberto del escaño que en las últimas “sacó” un 17% de los votos, también ha anunciado su retirada.

Strache, tras haberse tenido que tragar el sapo de echar a Mölzer, ha respirado sin duda muchísimo más tranquilo.

Esto se está poniendo que arde.


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Comentarios

Una respuesta a «La hija de su padre»

  1. […] El señor que entrevistaba a Spindelegger era el simpar Armin Wolf, del que ya hemos hablado en otras ocasiones. […]

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