(No) hagan juego en Viena, señores

Tres en rayaA veces, es difícil el papel del Estado. Si usted fuera gobernante de Viena ¿Qué haría en el caso que exponemos a continuación?

19 de Diciembre.- el otro día, una amabilísima lectora (la cual, aún siéndolo, rara vez está de acuerdo con lo que escribo) me reprochaba mi actitud decidida a favor de la prohibición de fumar en lugares públicos. Prohibición que rige en España desde hace años para alegría de los que no fumamos y de los profesionales sanitarios los cuales han visto cómo se reducía la incidencia de las enfermedades coronarias. Los humos, nos afligen a los que no fumamos y a los que no fumamos también. Además, hay un factor que suele olvidarse: muchos de los partidarios de la “libre decisión” piensan que, los que estamos en contra del tabaco, no tenemos más que abstenernos de ir a los lugares en los que se fuma. Sin darse cuenta de que muchos de los expuestos a los humos del tabaco no lo están voluntariamente, sino que no tienen más narices porque el sueldo les va en ello. Fuman, lo quieran o no (y los fumadores, el doble, puesto que son activos y pasivos).

El papel del Estado

Este asunto del tabaco es un buen ejemplo del difícil papel que desempeña el Estado cuando entran en conflicto el interés de las personas con el interés de las empresas. Las empresas, naturalmente, siempre tienen a mano esa canción del Estado intruso y prohibicionista pero, por otro lado, es fácil también que el Estado (aunque sea llevado por la buena intención) también se entrometa más de lo debido en la vida de la gente (al fin y al cabo, el que quiera engordar un hermoso cáncer de pulmón a costa del placer que le dan las caladas, también debe de tener derecho a hacerlo siempre que no fastidie el pericardio al prójimo).

En estos momentos, se está gestando en Viena un conflicto parecido a este del tabaco, en otro terreno que, como el del tabaco, camina sobre el filo de la navaja de los dos intereses enfrentados y detrás del que, además, no es difícil ver cierto ánimo puritano. A partir del uno de enero del año que viene, la ciudad de Viena ha prohibido el funcionamiento de máquinas tragaperras en su término municipal. El argumento del gobierno Social-Verde (o Verde-Socialista) es que, con la prohibición, se protege a los más jóvenes de caer en las garras del juego y la ludopatía y que, además, los adictos tendrán también mayores posibilidades de rehabilitarse.

Novomatic se declara en rebeldía

Se da la circunstancia de que el jugoso negocio de las maquinitas lo controla una sola empresa, la multinacional austriaca Novomatic, que funciona prácticamente en régimen de monopolio. Siendo la ciudad de Viena la más grande de Austria, es muy de suponer que la prohibición le quita a Novomatic una parte sustancial de su negocio en Austria (el negocio de las tragaperras es eminentemente urbano), por lo cual la empresa ha jurado quemar hasta el último cartucho legal y defenderse como gato panza arriba, amenazando incluso marcharse de Austria si se lleva adelante la prohibición, mandando a la calle a todos sus trabajadores en Austria y dejando de pagar sus impuestos aquí (jugosa ganancia, porque, aún no siendo Austria un país especialmente jugador, mueve el juego mucho dinero). Por otro lado, si, como parece ser su intención, no interrumpe su actividad con la llegada del año nuevo, declarándose en rebeldía, podría enfrentarse no solo a sanciones administrativas, sino también a problemas con la concesión que ya tiene de dos casinos, uno en Bruck an Der Leitha y otro en el Prater vienés.

La pregunta es: si usted, querido lector, fuera gobernante de la ciudad de Viena ¿Cedería a los intereses de una empresa que le amenaza si no legisla de acuerdo con sus intereses o afrontaría la pérdida de recaudación en impuestos pero intentaría proteger a los jóvenes de la tentación de jugar antes de tener la edad suficiente para ser responsables? (hay que decir que, como demostró un concejal de los verdes el otro día en la tele, en muchos chiringuitos de Novomatic no hay personal que controle si los jugadores tienen la edad correcta y la vigilancia está limitada a una cámara de seguridad que controla la integridad de los aparatos de ordeñar bolsillos).


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