Hace casi dos años, paré de contar la historia de la responsable del estrecho vínculo que, durante siglos unió a España y a Austria. Hoy, la historia continúa.
26 de Febrero.- Una de las cosas más inamovibles de este blog es que en él mandan sobre todo sus lectores. Estos días pasados, una lectora me escribió para preguntarme en dónde había quedado el apasionante culebrón de la vida de doña Juana la Loca, el cual dejé nada menos que en septiembre del año 2013. Y a ella le apetecía saber lo que había sido de esta reina que fue muy desgraciadita la pobre. Una mujer interesantísima que, desgraciadamente, tuvo como padre a un indeseable y como madre a una señora que no la entendía.
Hasta ahora, en Viena Directo….
Para los que no tengan ganas de leerse los posts anteriores, que se pueden consultar aquí, aquí, aquí, aquí y aquí (del uno al cinco los tengo, señora). Diré como resumen que Doña Juana era hija de los Reyes Católicos; que, siguiendo las costumbres de la época y con la sana intención de unir tierras a sus tierras, los reyes católicos le buscaron a Doña Juana un marido, Philip The Beautiful que no era precisamente un adonis (por lo menos para los estándares de hoy) pero que tenía el inmenso atractivo que debía de tener Onassis, que también pasaba por ser un hombre feo. Doña Juana, sin embargo, y cosa extraña, se enamoró de su marido. Pero, como les pasa a muchas malcasadas, pronto descubrió que Felipe era un pichabrava y un follarín of the meadows, al que la única mujer que no le interesaba era la suya propia. En estas, la reina Isabel de Castilla murió y Felipe, dispuesto a hacerse con los reinos que a su mujer le correspondían como hija de la muerta, emprendió su regreso a Castilla (entonces no había España). Las cortes, le coronaron rey pero poco después, Felipe el Hermoso cascó (pobre) después de beberse una jarra de agua fría. Los bienpensados, dijeron que el rey de Castilla había muerto de un corte de digestión. Los otros (o sea, casi todos) murmuraron que el rey había muerto envenenado. No se sabe de cierto.
La reina, doliente y embarazadísima, decidió ir a enterrar a su marido, que había dispuesto que su corazón se mandase a Flandes y el resto de sus restos fuera sepultado en Granada. La reina emprendió viaje, acompañada por un nutrido número de nobles que, después de un tiempo de peregrinación, se cansaron. No entendían que la reina montase semejante número por haberse quedado viuda (entonces, la gente palmaba mucho más que ahora). Esto fue en 1506. Para 1510, la situación del reino se había deteriorado tanto como el respeto que los nobles castellanos le tenían a la reina (que nunca debió de ser mucho, por cierto). Así pues, Fernando el católico, que era un pájaro de cuenta, maniobró y, con la complicidad de los nobles castellanos, declaró que su hija estaba loca, la puso al cargo de unos nobles que la encerraron (era importante que la presunta loca no viera a nadie, no fuera a ser que convenciese a alguien de que estaba sana) y se coronó rey de Castilla (y de Aragón).
El principio del fin
Aquí dejamos la historia de la reina hace casi dos años. Y aquí la retomamos hoy. En 1509, momento en el que concluyó su reinado, Doña Juana no sabía que iba a pasar 46 años encerrada en una casona-palacio-cárcel de Tordesillas. Siempre vestida de negro y siempre en compañía de su hija Catalina, cosas, lo del negro y lo de la reclusión, que no debían de ayudar a mantener la salud mental de nadie.
De todas formas, es probable que no se sepa nunca si Doña Juana estaba loca o no. Todo parece indicar que, más que loca, Doña Juana era una adelantada a su tiempo. Por ejemplo, pasaba mucho de a religión, cosa que en su época era una cosa inusitada y tabú.La ambición de Fernando el Católico hizo, primero, que el rey se encargase de dejar correr los rumores sobre la locura de su hija, más que nada porque, si se sospechaba que Juana estaba cuerda, a alguien le podía entrar la tentación de pensar que el rey era un usurpador. Después, Carlos I de España y quinto del coñá, decidió prolongar un statu quo que le era tan beneficioso e incluso procuró destruir cuidadosamente toda la documentación relacionada con el encierro de su madre y su hijo, Felipe II destruyó todo lo que quedaba como si se tratase de un oscuro secreto familiar. Que quizá lo era.
En 1520, Juana la Loca protagonizó un corto come back a la arena política de Castilla. Fue cinco años antes de que se quedara más sola de lo que nunca había estado. Pero de este apasionante tema hablaremos en el próximo capítulo de esta historia (esta vez, de verdad).
Zona de Descarga, poco a poco, se ha hecho un sitio en el corazón de los lectores de Viena Directo. Son ya cienes y cienes los que, cada semana, se descargan el programa para hacer de manera más cómoda las tareas de su hogar o el trayecto en metro de camino a sus deberes cotidianos ¿Y tú? ¿A qué esperas?
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