Historia de una montaña de m*erda

Demonio¿Qué haría usted si, un día, apareciera una montaña de estiercol delante de su casa? En el Gobierno austriaco, todavía están preguntándoselo.

3 de Marzo.- Imagínense mis lectores una montaña de m*erda que creciera en proporción geométrica delante de la puerta de la casa de un ciudadano llamado Juan Váguez Perezósez –sé que no es una imagen muy agradable, pero háganme el esfuerzo- ¿Me siguen? Vale. Pues imagínense mis lectores que, en su principio, cuando el Sr. Váguez se levantó una mañana, la montaña tenía aún unas proporciones manejables. Pongamos que era del tamaño de una casa unifamiliar. En aquel momento, en vez de hacer el esfuerzo de liarse a paladas para eliminarla, nuestro hombre consideró que recabar la ayuda de su vecino para acarrear el estiercol, quizá provocaría que dejara de invitarle a su casa cuando hace paella los domingos. Por lo cual, decidió que la actitud más sensata era suponer que, en algún momento, la montaña de m*erda se disolvería por sí sola ¿Cómo? Quién podía saberlo. Pero es de buenos cristianos confiar en la providencia.

Pasaron los días, y las semanas, y la montaña apestosa se obstinó –en contra de todo pronóstico- en no disolverse. Ummm. Naturalmente, Juán Váguez observó el fenómeno con creciente fastido –la contumaz montaña de porquería tenía, en estos momentos, el tamaño del Estado Santiago Bernabéu. Los vecinos de Juán Váguez empezaban a quejarse a las autoridades de la peste, las moscas y otras molestias, pero Juan Váguez, erre que erre, lo único que hizo fue comprarse una pinza para la nariz y tapiar las ventanas y la puerta que estaban ya, de todas formas, condenadas por la avalancha de porquería.

Cuando la montaña tenía ya el tamaño de una ciudad mediana, Juan Váguez Perezósez le anunció a sus vecinos que se marchaba de su casa y que, el próximo ocupante, que arreara con la herencia recibida. No lo dijo así, claro. Sino que anunció que ocuparse de la montaña de m*erda era una tarea ingrata para la que él ya no se sentía con fuerzas y que había decidido reintegrarse a la paz de su hogar (de otro hogar, sin montaña, claro) y que otros vendrían que, con fuerzas frescas, sin duda encontrarían una solución mejor a la porquería crecedera. El nuevo inquilino de la casa, Alberto Mano-Dúrez decidió que la mejor solución para el problema de salud pública que suponía tener una montaña de porquería que no había manera de parar era fraccionar la montaña de manera que a cada vecino le cupiera una parte de la porquería para llevársela a su casa y, de esta manera no hacer que la montaña desapareciera (a esas alturas, la cosa ya no tenía remedio) pero por lo menos crear la apariencia de que era más pequeña.

Esta historia de la montaña es totalmente cierta, desgraciadamente para la República Austriaca y para todos los que pagamos impuestos en ella y contribuimos a sostener sus arcas públicas. La montaña es el banco Hypo Alpe Adria cuya quiebra y sostenimiento por parte del Estado austriaco –sostenimiento que también es el sostenimiento de la Comunidad Autónoma, o Land, de Carintia, a la que el banco estaba ligado- se ha convertido en un incendio que devora todo lo que pilla a su caso. Juan Váguez es, naturalmente, el anterior ministro de economía de esta pequeña república, Michael Spindelegger (del cual hoy se ha sabido que, después de abandonar la montaña de m*erda a su suerte ha encontrado un retiro dorado en una confusa sociedad, auspiciada por un oligarca para “modernizar Ucrania”). Y Alberto Mano-Dúrez es, naturalmente, el presente ministro de economía austriaco, conocido en este blog como Sr. Michelena. Los vecinos afectados por la plaga apestosa son los bávaros, a quien el sinvergüenza de Jörg Haider, en una eterna huida hacia adelante que solo cortó el muro contra el que se estampanó una noche de 2008, les vendió el banco Hypo Alpe Adria sabiendo que era una estructura hecha de chatarra financiera que se desmoronaría al primer soplo. Pero también todos los trabajadores austriacos, que tendremos que pagar la corrupción de la era de Jörg Haider a cuya sombra floreció la corrupción más desvergonzada.

Hoy, el Gobierno austriaco ha hecho pública la enésima solución para remediar el problema del Hypo Alpe Adria. La creación de uno de los llamados “bancos malos” que se sostendrá con dinero de los contribuyentes austriacos mientras llega el improbable caso de que los prestatarios del Hypo Alpe Adria devuelvan sus créditos o consigan venderse los activos –insuficientes para respaldar las deudas- que el Hypo Alpe Adria conserva. Es el último intento de parar una marea de toxicidad financiera. Quizá no sea el último.

metro

Pasando a temas más risueños ¿Has escuchado ya la edición de esta semana de Zona de Descarga? Ya hay muchos lectores de Viena Directo que sí lo han hecho y se lo han pasado muy requetebien ¿Te animas? Pues no tienes más que darle al play.


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Comentarios

Una respuesta a «Historia de una montaña de m*erda»

  1. […] a un lado a Gallardón, cuya mención no hace demasiado al caso en un blog sobre Viena y diremos que Karl Lueger tuvo en común con Jörg Haider que la mayoría de las grandes obras públic…; aparte de eso, Lueger, como Haider, fomentaron conscientemente un culto a la propia personalidad […]

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